En un documento recientemente publicado en MDPI Zaheer Allam and David S. Jones sugieren que, más allá del aspecto de preparación y respuesta ante una pandemia, el caso del virus COVID-19 y su propagación proporcionan un caso de estudio para la temática de la salud urbana.
Según los autores, la tasa de propagación del virus y la incertidumbre que rodea a toda la situación que llevó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a declarar el brote de coronavirus como una «emergencia de salud pública global» y a requerir de la colaboración global en numerosos sectores, es una oportunidad para explorar la estandarización de la comunicación entre ciudades inteligentes, además de la forma de lograr la resiliencia urbana.
«Este documento examina el brote del virus desde un punto de vista urbano y explica cómo las redes de ciudades inteligentes deberían trabajar para mejorar los protocolos de estandarización para un mayor intercambio de datos en caso de brotes o desastres», explican.
En el mismo, los autores sugieren que, así como se estableció una plataforma de Iniciativa Global para Compartir Todos los Datos de la Influenza (GISAID) que fue fundamental para el rápido intercambio de información por parte de los científicos chinos sobre la aparición del virus COVID19 , y a través de esta plataforma se observó que científicos de otras regiones tenían acceso a la información y, posteriormente, podían actuar de manera mucho más rápida (como en el caso de los científicos del Laboratorio de identificación de virus con sede en el Instituto Doherty, Australia, que lograron cultivar un virus similar en el laboratorio después de acceder a los datos compartidos por los científicos chinos), se deben considerar esfuerzos similares entre los profesionales de las ciudades inteligentes sobre cómo las estrategias de colaboración podrían permitir la maximización de la seguridad pública en este tipo de escenarios.
Las ciudades inteligentes albergan una amplia gama de productos tecnológicos que pueden ayudar en la detección temprana de brotes; ya sea a través de cámaras térmicas o sensores de Internet de las cosas (IoT), y las primeras discusiones podrían generar esfuerzos para una mejor gestión en situaciones similares en caso de posibles brotes futuros y para mejorar el tejido sanitario de las ciudades en general. Si bien las cámaras térmicas no son suficientes por sí solas para la detección de pandemias, como en el caso del COVID-19, la integración de dichos productos con inteligencia artificial (IA) puede proporcionar beneficios adicionales. El hecho de que se realicen controles iniciales de temperatura para el caso del COVID-19 en los aeropuertos y en áreas de convergencia masiva es un testimonio de su potencial de manera automatizada.
Por lo tanto, y a medida que el mundo aumenta la adopción del concepto de ciudad inteligente y sus herramientas tecnológicas relacionadas, estas herramientas deben adaptarse para garantizar que se atiendan adecuadamente las dimensiones de habitabilidad, incluida la temática de la salud urbana.
Es en este frente, es en el que la falta de estandarización entre los proveedores de tecnología de ciudades inteligentes puede conducir a la falta de comunicación entre las ciudades y las plataformas de datos. Esto puede, y está, resultando en un sistema poco productivo en el caso de brotes de virus porque la detección temprana y el manejo de los mismos pueden volverse cada vez más dependientes de la columna vertebral tecnológica de las ciudades inteligentes.
Por todo esto, los autores destacan la necesidad urgente de trabajar hacia la estandarización de los protocolos para mejorar la comunicación de las ciudades inteligentes, así como la necesidad de democratizar el ámbito tecnológico de las mismas para fomentar la equidad y la transparencia entre las partes interesadas, proporcionando así la mayor cooperación posible en caso de desastres.
Entre las publicaciones que mencionan para respaldar su propuesta, se encuentra «An overview of geoai applications in health and healthcare», de Kamel Boulos, quien sugiere que los datos de diversos productos tecnológicos pueden ayudar a enriquecer las bases de datos de salud, proporcionar información más precisa, eficiente, completa y en tiempo real sobre los brotes y su dispersión, ayudando así a proporcionar mejores decisiones en la gestión de riesgos del tejido urbano.
Asimismo, Weber y Podnar Žarko, en «A regulatory view on smart city services», explican que estas mejoras en el sector de la salud, solo se pueden lograr si se diseñan diferentes productos de ciudades inteligentes que admitan protocolos estandarizados y permitan una comunicación fluida entre ellas. Por tanto, los dispositivos IoT en uso deben admitir protocolos abiertos y, al mismo tiempo, el proveedor del dispositivo debe asegurarse de que respeten la integridad y la seguridad de los datos durante la comunicación y la transmisión.
Desafortunadamente, como explican los también citados Vermesan y Friess en «Internet of Things—From Research and Innovation to Market Deployment», la mayoría de los productos de ciudades inteligentes utilizan soluciones patentadas que solo entienden los proveedores de servicios. Y esta situación, muchas veces, crea una fragmentación innecesaria de la información, lo que genera una visión parcial de la dinámica del ámbito urbano.
Con un conocimiento restringido sobre las tendencias emergentes, concluyen Allam y Jones, los administradores urbanos no pueden tomar decisiones eficaces para contener brotes y actuar adecuadamente sin comprometer la integridad social y económica de su ciudad.
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