Cada año se producen errores en la prescripción de medicamentos con consecuencias fatales para la salud, que además suponen unos elevadísimos costes para los organismos sanitarios.
Uno de estos fallos derivó, en cierta ocasión en la ciudad de Denver, en el fallecimiento de un recién nacido que recibió, por vía intravenosa, la administración de un medicamento con una dosis 10 veces superior a la que había sido prescrita.
En tal caso, el error se produjo por una serie de fallos: administración de un medicamento innecesario, prescripción médica ilegible, falta de verificación de la orden médica por parte del farmacéutico, mal etiquetado de la especialidad farmacéutica, e inexperiencia del personal de farmacia y de enfermería en el manejo del medicamento en cuestión; es decir, una cadena de errores que se podrían haber evitado.
En la prescripción de medicamentos, estos errores no sólo tienen consecuencias en la salud de los pacientes sino, que además, derivan en unos costes para los sistemas de salud realmente importantes.
En concreto, y según datos del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC USA, por sus siglas en inglés), al año se producen en Estados Unidos 700.000 ingresos en urgencias por interacciones de medicamentos, de los que 120.000 requieren ingreso hospitalario, ocasionando un coste estimado de unos 3.500 millones de dólares.
Sin embargo, otros datos de otras regiones no son más optimistas. Por ejemplo, un estudio realizado por el National Health Service (NHS) de Reino Unido calculó que aproximadamente una media de 60 pacientes mueren cada día debido a un error adverso a la medicación prescrita; y en Nueva Zelanda, el Ministerio de Salud estima que cada año cerca de 5.000 pacientes están sujetos a errores en su medicación. De estos pacientes, cerca de 150 fallecen y más de 400 sufren una discapacidad permanente.
En la misma línea y volviendo a apuntar a Europa, en España, según un estudio del Ministerio de Sanidad sobre eventos adversos de la medicación, el 9,3% de las estancias hospitalarias se deben a efectos adversos graves, siendo los errores asociados con la medicación los más abundantes -con más del 30% del total-.
Diferentes organismos han puesto en marcha una serie de protocolos para evitar errores en la prescripción de medicamentos. El Consejo de Salubridad General de México, por ejemplo, recomienda que, para una correcta farmacovigilancia, se debe cumplir el estándar M.M.U 5.1. de la Joint Commision para México DF, referente al Manejo y Uso de Medicamentos -Medication Management and Use (MMU)-.
Este proceso incluye la evaluación de:
a) idoneidad del fármaco, dosis, frecuencia y vía de administración
b) duplicación terapéutica
c) alergias o sensibilidades
d) interacciones reales o potenciales entre medicamentos o alimentos
e) variación con respecto al criterio del uso del medicamento en el hospital
f) peso del paciente, información fisiológica
g) otras contraindicaciones.
Herramientas disponibles
En la actualidad acudimos, en primer lugar, a las fuentes oficiales a la hora de consultar información farmacológica. En México, la aplicación del Cuadro Básico de Medicamentos (CBM) y Catálogo de Insumos en la Administración Pública Federal ha permitido contar con un sistema único de clasificación y codificación de insumos para la salud, lo cual ha contribuido a homogeneizar las políticas de adquisición de las instituciones públicas federales del Sistema Nacional de Salud.
Pero además de las fuentes oficiales, existen otras formas de acceder a información clínica y farmacológica de referencia, tanto en diferentes websites como mediante bases de datos farmacológicas que pueden estar integradas en los sistemas informáticos.
El problema aquí es que son escasos los actores globales que se dedican a indexar y conectar información sanitaria/farmacológica, y menos aún los que están disponibles en idioma español y con farmacopeas non FDA .
Y es que para garantizar prescripciones de fármacos seguras, que eviten errores o reacciones adversas de medicamentos, se hace necesario contar con bases de datos que contengan, al tiempo, información clínica así como información oficial local, todo ello en un entorno normalizado, con la información indexada, codificada y actualizada y que sean herramientas que puedan estar interconectadas.