Evidencia en la toma de decisiones: los desafíos a superar durante la pandemia

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Es necesario diferenciar las fake news, la evidencia de baja calidad y la evidencia insuficiente para poder guiar la toma de decisiones en un entorno cambiante y con exceso de información (infodemia).

Por Juan Víctor Ariel Franco*

En marzo de 2020, el ex presidente de los Estados Unidos anunció que la hidroxicloroquina era un “game changer”, una droga revolucionaria, económica y accesible para cambiar el curso de la pandemia. La base de esta afirmación fue un estudio de muy baja calidad promocionado por el científico francés Didier Raoult. Luego la FDA procedió a autorizar su uso de emergencia para el tratamiento de COVID-19, lo cual habilitó su uso en todo el mundo.

Esta droga se evaluó posteriormente en los rigurosos ensayos clínicos RECOVERY y Solidarity donde se demostró su ineficacia y unos análisis recientes indican que, incluyendo información no publicada (por el famoso “sesgo de publicación” que implica publicar los resultados de estudios con resultados “positivos” y ocultar los estudios con resultados “negativos”), la hidroxicloroquina aumentaría la mortalidad. Aún más, el estudio original de Raoult habría sido publicado de manera expedita, evidenciando vínculos poco éticos entre los autores y los editores de la revista, posiblemente salteando los procesos rigurosos de evaluación de pares que se habrían esperado para la publicación.

La Medicina Basada en la Evidencia (MBE) implica el uso concienzudo, explícito y juicioso de la evidencia para el cuidado de un paciente individual, contemplando los valores y preferencias y otros factores contextuales. El caso de la hidroxicloroquina ilustra las fallas en lo juicioso del uso de la evidencia: ¿Con qué certeza podríamos haber afirmado en ese momento que la hidroxicloroquina era un tratamiento eficaz? ¿Cuán confiable es la fuente de información? ¿Qué evidencia sería necesaria para tomar una mejor decisión? Estas tres preguntas nos permitirían identificar categorías de información que a menudo se prestan a confusión:

  • Baja certeza: el conjunto de evidencia disponible puede tener deficiencias en su diseño, ejecución, precisión, consistencia, generalizabilidad y disponibilidad (por sesgo de publicación arriba mencionado). El enfoque GRADE permite identificar esta evidencia de baja certeza que, por sus características, no nos permite llegar a conclusiones definitivas sobre la eficacia de los tratamientos.
  • Poco confiable (cercanas al concepto de fake news): si bien la evidencia disponible puede surgir de datos fabricados, manipulación y otras formas de fraude académico, lo más frecuente es que la promoción de tratamientos no probados surja de líderes de opinión basados en su propia percepción de eficacia, a menudo nublada por sesgos y frecuentemente influida por conflictos de intereses financieros, académicos o ideológicos.
  • Insuficiente: existen estándares internacionales para la implementación de tratamientos e intervenciones en salud, tomando como fuente la evidencia de ensayos clínicos, estudios observacionales u otras fuentes de información. Sin embargo, en algunos casos la evidencia es inexistente y sólo existen especulaciones teóricas o mecanísticas que apoyan su uso.

Frecuentemente estas categorías están íntimamente relacionadas. Por ejemplo, en el caso de la hidroxicloroquina existía evidencia de baja certeza proveniente de estudios poco confiables, magnificados por reivindicaciones de líderes de opinión con una perspectiva negacionista al COVID-19 que pretendían minimizar la magnitud de la pandemia con soluciones simplistas. En el caso de dióxido de cloro, muy popular entre ciertos sectores en Latinoamérica, existe evidencia clínica insuficiente, pero no sería necesario que se produzca evidencia clínica para esta sustancia que es tóxica para los seres humanos. Finalmente, en el caso de la ivermectina, se conjugaron las opiniones poco confiables fomentadas por los intereses de laboratorios productores de este medicamento, con aclamaciones de líderes de opinión, posiblemente influenciados por conflictos financieros y académicos, para promover el uso de este medicamento basándose en evidencia de muy baja certeza.

Pero no todo son malas noticias. Existen grandes esfuerzos para identificar, depurar y sintetizar la información científica para asistir a la toma de decisiones. Es así como la Organización Mundial de la Salud (OMS) en colaboración con un grupo de investigadores reconocidos del ámbito de la MBE han producido revisiones sistemáticas (síntesis estructuradas, reproducibles y transparentes) y guías clínicas de actualización continua (living) publicadas en el British Medical Journal (BMJ) de la información científica para guiar a los tomadores de decisiones en la proliferación exponencial de información relacionada al COVID-19 (la denominada infodemia).

Es importante que el público general, incluyendo a los profesionales de la salud y otros tomadores de decisiones en salud, como así también los periodistas de los medios masivos de comunicación, se familiaricen con estos recursos para fomentar la toma de decisiones informada por la evidencia y luchar contra la desinformación.

Lecturas sugeridas del BMJ Evidence-Based Medicine (de acceso gratuito)

*Juan Víctor Ariel Franco es el editor en jefe de BMJ Evidence-Based Medicine y Profesor Titular del Departamento de Investigación del Instituto Universitario Hospital Italiano de Buenos Aires (Argentina).

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